Hace más de 2.300 años vivió en Grecia un hombre llamado Aristóteles que cambió para siempre la manera en que entendemos el mundo. Se dio cuenta de que los humanos somos especiales porque, además de tener un cuerpo como los animales, tenemos la capacidad de pensar y razonar. ¿Te has preguntado alguna vez por qué las cosas se mueven o suceden? Aristóteles pensaba que todo tiene una causa, como una gigantesca cadena donde cada cosa hace que ocurra la siguiente, y que al principio de todo debe existir algo que puso todo en marcha.
A diferencia de otros pensadores de su época, Aristóteles creía que todo lo que necesitamos saber está en el mundo que podemos ver, tocar y sentir. Nos enseñó que primero debemos usar nuestros sentidos para observar las cosas con atención, y luego usar nuestro cerebro para entender lo que hemos observado. Por ejemplo, si ves que todas las manzanas que caen van hacia el suelo, puedes deducir que existe una fuerza que las atrae hacia abajo. ¡Así nació la forma de pensar que hoy usan los científicos!
Pero Aristóteles no solo quería entender el mundo, también quería saber cómo podemos ser mejores personas y más felices. Descubrió que la clave está en practicar buenos hábitos todos los días, como cuando aprendes a tocar un instrumento o a jugar mejor al fútbol. Cuanto más practiques algo bueno, mejor lo harás. Y nos dejó un consejo muy valioso: encontrar el punto medio en todo lo que hacemos, no ser ni muy miedoso ni muy atrevido, sino valiente; no comer ni mucho ni poco, sino lo necesario. (Filosofía&Co)
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