Hace más de 2.000 años los romanos crearon edificios tan resistentes que todavía siguen en pie, desafiando todas las leyes de la construcción moderna. Los investigadores han descubierto que su hormigón tenía una capacidad asombrosa de repararse a sí mismo, un secreto que estaba en su innovadora forma de mezclar materiales mediante una combinación de cenizas volcánicas, cal y agua de mar, con unos trozos blancos especiales llamados «clastos de cal» que actuaban como reparadores microscópicos. Cuando el hormigón se agrieta y entra agua, estos clastos desencadenan una reacción química que rellena las fisuras con un nuevo material parecido al cristal, dejando la construcción tan fuerte como al principio.
Pero la magia de la química no termina ahí. Dentro de la estructura del hormigón se forman unos minerales llamados tobermorita y phillipsita. Estos minerales nacen cuando el agua del mar reacciona con los componentes de la ceniza volcánica, creando una compleja red química que hace que el hormigón sea aún más resistente. Es como si la estructura tuviera pequeñas conexiones invisibles que la mantienen unida, regenerándose constantemente. Los científicos han descubierto que los romanos probablemente utilizaban un método de «mezcla en caliente», donde la cal viva se mezclaba primero con cenizas y otros agregados antes de añadir agua, un proceso completamente diferente a cómo fabricamos hormigón hoy en día.
Inspirados por este descubrimiento, los investigadores están tratando de copiar este método antiguo para crear hormigones modernos más duraderos y respetuosos con el medio ambiente. Su objetivo es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que se producen al fabricar cemento, que actualmente representan hasta el 8% de las emisiones globales. Si tienen éxito, los edificios del futuro podrían ser mucho más resistentes, todo gracias a una técnica que los romanos ya dominaban hace siglos. Es un recordatorio fascinante de que a veces, la tecnología más avanzada puede aprender de los conocimientos de civilizaciones antiguas, revelando que la innovación no siempre significa inventar algo nuevo, sino redescubrir y comprender los secretos del pasado. (El Mundo | ArchDaily | Science Advances | American Mineralogist)
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